Relaciones humanas


Resulta difícil comprender las relaciones humanas.
Para definir cualquier nexo, de base, habría que encontrar justificaciones que lo generan y, por ello, a las que lo ejecutan.
Difícil tarea la de encontrar razonamiento en una individualidad en miras de conseguir una objetividad.
¿Como ser tan general, entonces?

Toda relación tiene un comienzo que, inexplicable o no y, por esto, más o menos entendíble, encuentra su conclusión.
¿Actuamos conscientemente ante un nuevo hallazgo?
En principio no. Nos encandila determinado destello que, no siempre logrando confundirnos, nos conduce al sufrimiento. Por consiguiente, al desastre. Entonces, dejamos de percibir una realidad para concentrarnos en el dolor en carne propia.

El amor nos duele tanto como el odio. Nos penetra, casi siempre contra nuestra propia voluntad. Aún cuando creemos dominar somos presos.

Creamos un código, el cual se rompe o modifica unilateralmente. Pensamos en función de dos siendo uno.
La sangre nos fluye, a veces a modo de tortura. Nos calentamos hasta la evaporación. Confundimos actos de amor con resignación propia. Nos postergamos y la vida siempre corre.

Mentimos o nos mostramos genuinos. Somos fieles pero cualquier pensamiento nos corrompe. Nos gusta el control, la libertad da miedo ya que el otro puede ser y nosotros pasar al olvido.

La realidad es más simple y sólo la descubrimos en la reflexión solitaria. Que también nos duele e involucra con, quizás, el estadio más peligroso de enfrentarnos a nosotros mismos.

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